11.VIII.2025
Possesion Andrzej Zulawski, 1981.
¿Qué es estar enamorado? Recordar, en la complicación de otros espacios, una palabra, una mirada; multiplicarlas, dividirlas, transformarlas (como si nos desagradaran), compararlas, sin tregua. ¿Qué es un rostro amado? Un rostro que nunca es el mismo, un rostro que se transforma infinitamente, un rostro que nos defrauda… Pasaje de Autobiografía de Irene Silvina Ocampo
Rodada en Berlín Occidental durante la última década de la Guerra Fría, Possession, de Andrzej Żuławski, retrata la decadencia, separación y resignificación del matrimonio de Anna y Mark, interpretados por Isabelle Adjani y Sam Neill. La descomposición y metamorfosis de esta relación transita de lo angustiante, lo violento y lo desgarrador hacia lo ominoso, encarnado en una criatura de resonancias lovecraftianas. Dobles, espías, detectives, tensiones geopolíticas, crianza, locura, venganza, horror y deseo son capas que forman —y deforman— este drama. En el momento del rodaje, Żuławski atravesaba un divorcio con la actriz Małgorzata Braunek, lo que podría invitar a leer la película como una catarsis personal frente al colapso emocional de una ruptura. Sin embargo, aquí el director lleva el relato mucho más allá de lo autobiográfico. Ver Possession es presenciar el nacimiento de un mito. Uno que no obedece a la lógica —casi siempre asfixiante— de “lo real”, ni a una narrativa diseñada para el consumo complaciente. Es una ficción que incomoda, porque desestabiliza nociones que damos por sentadas: la pareja, la familia, el deseo, la intimidad. Todo ello enmarcado en un contexto cargado de tensiones políticas, donde la presencia constante del Muro de Berlín —y de los guardias soviéticos que vigilan desde el otro lado, sin ser parte del rodaje… al menos no de forma voluntaria— refuerza la atmósfera de tensión, separación e incomodidad. En este paisaje, todas las miradas apuntan a Anna como agente de cambio, cuyas misteriosas e inasibles acciones desatan un particular fin del mundo: el del matrimonio como refugio de intimidad y como piedra de toque de una realidad que se tambalea, capaz de conducir fácilmente a ese estado de sinsentido donde habita lo ominoso. Desde el inicio, la pérdida de conexión y el distanciamiento entre Anna y Mark son evidentes; su único punto de unión parece ser su hijo Bob. El verdadero horror se desata cuando Anna decide no regresar al hogar y confesarle a Mark que tiene un amante. Mark recibe la noticia de forma violenta y fatal. Lo vemos transitar de una escena a otra como poseído, en un estado de histeria y descontrol, incluso cuando al principio parecía ser él quien rechazaba a Anna y afirmaba no desearla. Su voluntad de poseerla termina poseyéndolo. Obsesionado, persigue y hace perseguir a Anna, para enfrentarse a algo más grande que su entendimiento: el deseo sexual de su esposa. En esta lectura, el deseo femenino —monstruoso y exuberante— engendra criaturas: cuerpos viscosos que despliegan mapas de placer más allá de la lógica patriarcal. Possession se lee así como una fuga radical: la huida de lo femenino monstruoso fuera de la prisión paranoica y asfixiante del terror masculinista cuya representación más clara es el matrimonio. La teatralidad en las actuaciones —que algunos podrían considerar sobreactuadas— se siente, más bien, como una afirmación de lo incontenible: una forma expresiva que se resiste a ser constreñida por los moldes de la naturalidad. La ficción, aquí, no es un escape, sino una necesidad. Sin embargo, Possession no es una película efectista, incluso con la criatura, magníficamente creada por Carlo Rambaldi, maestro de efectos especiales y responsable de la cabeza mecánica de Alien (1979) y del diseño de E.T. El extraterrestre (1982). Aunque incluso en 2025 sigue siendo impactante, las escenas más perturbadoras y horripilantes no provienen de la aparición de la criatura, sino que ocurren, en su mayoría, en el departamento de Mark y Anna, en medio de discusiones estridentes, violentas, insoportables. A esto se suma la que, para mí, es la mejor escena de la película: la transfiguración —o aborto— de Anna en el metro.
Anna es un personaje contradictorio y fascinante. Una antiheroína cuya confusión y alteración no le restan agencia; por el contrario, la humanizan a través de lo fantástico. Ella y su doble trascienden tanto el estereotipo de femme fatale como el de femme fragile, insinuando un control y un conocimiento del rumbo que tomará el caos que arrastra a Mark y al resto de personajes hacia este fin del mundo. Possession puede verse gratis y remasterizada en Internet Archive: https://archive.org/details/la-posesion-videoclub-1981-25fps-3000kps O Después de verla, recomiendo el análisis de Michael Uhall en The Vault of Culture: “On Screen: Geopolitics and Marriage in Andrzej Żuławski’s Possession (1981)”, septiembre 2023, y la reseña de Desirée de Fez, “La posesión: Miedo a la mujer que hace lo que le da la gana”, en Reina del grito, 2020.
Costas Mantis